¡Cuánta batalla cultural tenemos que seguir dando! ¡Y cuán profunda! ¡Cuánto camino por recorrer en la construcción de sentido! Es un imperativo ético y político. Es imprescindible. Y debemos hacerlo sin pausa. ¿A qué me refiero en este caso? A Vicentín.
A que la decisión de nuestro gobierno frente a la presión de los grupos más fuertes y concentrados de poder debe tener claridad y coraje. Pero además, para ser verdaderamente irreversible, debe tener el apoyo de una amplia mayoría del Pueblo. Y para eso debe ser comprendida.
Y para que sea comprendida debe ser explicada con sencillez y claridad
A cuántos sectores medios, inclusive de ingresos bajos, a cuántxs estudiantes de universidades públicas y privadas escuchamos decir despectivamente de sectores muy humildes: “viven del Estado, y los gobernantes consiguen su apoyo a cambio de la ayuda que les dan”.
Como si esas personas que necesitan y reciben el apoyo estatal estuvieran en esa situación por su propia voluntad, y no debido a un sistema estructuralmente injusto.
Si producimos suficientes alimentos y tienen hambre, es porque vivimos en un sistema injusto. Si hay miles de tareas por cumplir y necesidades por cubrir y hay desocupación, es porque vivimos en un sistema injusto. Que no conecta al hambre con el alimento ni al desocupado con el trabajo por realizar.
Es un problema político, no de la supuesta y fabulada pereza de los humildes, ni de sus ganas de “vivir del Estado”.
Sin embargo, sectores medios que deberían estar mucho más cerca de los sectores populares que de los grupos de poder, acentúan una grieta conceptualmente incorrecta, artificial. Se alejan de las necesidades de su Pueblo y se acercan a las posiciones del poder, siendo que sus intereses son los mismos que los del Pueblo, y no los de los poderosos.
De aquí la necesidad de dar con tanta fuerza la batalla cultural.
Llevado esto al caso Vicentín. ¿quiénes son los que verdaderamente han vivido del Estado y apoyado gobiernos gracias a la ayuda que el Estado les dio? El Estado les regaló tierras durante la dictadura de Onganía. El Estado reprimió y desapareció a trabajadores y delegados sindicales, y condonó sus deudas durante la dictadura de Videla, Martínez de Hoz y Cavallo.
El Estado que gobernó Macri les prestó el dinero con el que sus directivos distribuyeron utilidades netas, fugaron capitales, estafaron a productores y trabajadores y llevaron a concurso a la empresa. El Estado de Macri fue el que permitió formar una empresa fantasma en Paraguay y convertirla en la segunda exportadora de soja de ese país con sólo 6 empleados declarados para evadir impuestos en la Argentina.
Ese Estado bobo es el que no controla los volúmenes exportables por los puertos privados, para que sigan evadiendo impuestos. Por eso apoyaron y financiaron la campaña de los gobiernos que permitieron esa estafa.
Entonces, ¿quiénes son los que verdaderamente han vivido del Estado y apoyan a los gobiernos que les dan esa ayuda? ¿los humildes o los poderosos? Y con ese dinero de todxs que el Estado les prestó y no devolvieron sino que fugaron, el Estado dejó de construir escuelas, hospitales, viviendas y rutas. Nuestro Pueblo no sólo no pudo acceder a estos bienes que le corresponden, sino que no pudo acceder a las fuentes de trabajo que ello supone. Entonces cayó en la pobreza y necesitó el apoyo del Estado.
Carlos Raimundi