Intervención en el Congreso Mundial de Salud Mental 2013 de la World Federation for Mental Health
Se imaginarán a priori, lo van a comprobar a posteriori, que yo no estoy aquí en términos de aportar una mirada académica ni profesional, ni técnica, ni especializada del tema. Estoy aquí porque nos venimos haciendo desde hace mucho tiempo algunas preguntas, todas creo que convergen en un mismo esquema de pensamiento, en una misma conclusión, y una de ellas es la que se aborda en esta mesa, cuyo título es el fin de los manicomios.
Entonces, la pregunta relacionada es si se puede llegar a un objetivo de este tipo, al margen de determinado contexto político, es decir, si es totalmente independiente una determinada política de salud mental de la política general. Y mi respuesta es que no son independientes. No con cualquier política se plantean determinados interrogantes vinculados a las políticas de salud en general y a la de salud mental en particular, de la cual yo no voy a hablar, lógicamente, porque no es mi tema y no lo conozco.
El mundo, en estos tiempos, pongamos la referencia histórica que a cada uno le parezca más apropiada, está regido por un sistema de dominación, es decir, no hay políticas aisladas de dominación, hay un sistema que arroja determinados números, por ejemplo: hay un país, que son los EEUU, que tiene sólo un poco más del 3 por ciento de la población mundial, es decir que cada cien habitantes, menos de cuatro personas viven en los Estados Unidos y, sin embargo, consumen 1/3 de la energía que se produce en el mundo y que un 0,002% de la población mundial concentra el 70% de las operaciones financieras en el mundo. Es decir, hay intereses a defender, hay negocios a defender y no creo que una política que apunte a terminar con la manicomialización, no tenga nada que ver con los fuertes intereses que defienden las empresas y los laboratorios internacionales, que son las que necesitan otro abordaje de las políticas de salud en general, y de salud mental en particular.
En línea con esto, digamos que para defender un sistema hay que desplegar una gama de políticas de colonización cultural de los subordinados. En el año 2005, los gobiernos latinoamericanos por iniciativa de tres presidentes: el presidente argentino, Néstor Kirchner, el presidente de Brasil, Lula, en aquel momento, y el presidente Chávez, se enfrentan a la principal estrategia que tenían los poderes dominantes sobre la región, que era el ALCA. El presidente de los EEUU era Bush hijo, (y no aquel Bush que después pierde por el desprestigio de las mentiras con que había justificado la invasión a Irak, sino que estaba en pleno apogeo de sus políticas hegemónicas), destinaba al presupuesto de defensa de su país una cifra superior al presupuesto de defensa sumado de los 35 países siguientes en el mundo. Esta friolera de datos, lejos de haberse atenuado, hace que hoy, aun con un presidente diferente, con otras expectativas, que llegó con otro discurso, destine al presupuesto de defensa de los EEUU una suma superior a la de los presupuestos de defensa de todos los demás estados soberanos reconocidos por naciones unidas. Todos, sumados, no llegan al presupuesto de los EEUU.
Cuando uno dice defensa, lo asocia inmediatamente a lo militar, y es cierto que obviamente tiene una fase militar, pero forma parte de un sistema de colonización cultural a nivel global. Voy a poner otro ejemplo: el mundo en este momento, en números redondos, tiene 7000 millones de personas que lo habitan. De esos 7000 millones de personas, hay 4500 millones que viven bajo la línea de pobreza. Tomemos los dos países más poblados de la tierra, que son China y la India; tomemos África, con los 54 estados reconocidos por las Naciones Unidas, y tomemos, también, los nichos de pobreza muy profundos que todavía conviven con nosotros en América latina. En una etapa de globalización como la que estamos viviendo, globalización tomada como totalidad, 1200 millones de seres humanos padecen hambre.
Y cuando digo esto me agarra una cosa personal, porque cuando uno habla de millones de seres humanos, inmediatamente remite a gráficos, pero no son gráficos: son chicos, son nenes y nenas, que el día que nacieron ontológicamente eran iguales a mis hijos. Bueno, en esa situación está el mundo.
Al mismo tiempo, el mundo, o por lo menos sectores muy cercanos al centro (tomando centro como la contracara de la periferia, en la idea de centro-periferia), está viviendo una crisis. Esta crisis no tocó solamente a la periferia, sino que está tocando al centro del poder mundial, que es Europa. Es decir, estamos viviendo en un momento de crisis internacional. ¿Desde cuándo estamos viviendo esta crisis internacional, puesta en palabras, en los titulares del Financial Times, del New York Times, del Washington Post, del Der Spiegel, de cada una de las principales publicaciones a nivel mundial? ¿Desde cuándo la crisis? Desde la mañana del martes 15 de septiembre del 2008, cuando cae Lemman Brothers. Hay un sistema de interpretación de la crisis mundial que está vinculada con la caída de un fondo de inversión, antes que con el hambre de una persona, en un mundo que tiene capacidad tecnológica para producir alimentos para el triple de su población.
Entonces, ¿entre qué nos estamos debatiendo? Nos estamos debatiendo entre un sistema para el cual la pobreza y el hambre son hechos naturales, y un sistema -al que yo adscribo- para el cual la pobreza es el resultado de una mala administración de la política. Y la pregunta siguiente sería: las cadenas de medios de comunicación a nivel mundial, ¿no tienen que ver con esta interpretación, con que la gente interprete y asocie la crisis con la crisis financiera, en lugar que con un factor humano, estrictamente humano? ¿Son independientes de esta forma de interpretación generalizada, que tiene un porcentaje enorme de la opinión pública mundial?
Entonces, como primera conclusión: a los sistemas de dominación tampoco se los puede combatir desde políticas puntuales de emancipación, se los tiene que combatir desde sistemas emancipatorios.
Por eso, son importantes algunas de las cosas que están pasando en nuestro continente en este momento. Creo que estamos viviendo una etapa histórica, que no significa caer en el fanatismo, ni caer en la devoción por los dirigentes, en no reconocer errores, no significa nada de eso. Significa sí, mirarlo en términos de perspectiva histórica, de que hoy, América latina, tiene un papel que jugar, y tiene una voz que levantar en la formación de la agenda mundial.
Porque no es en vano que quienes integran esta mayoría indígena que integra el estado boliviano, y que fue excluida durante cinco siglos, hoy, tenga uno de sus emergentes en el gobierno. Esto no sería nada por sí mismo. El tema es que en lo que se ha denominado el giro descolonial, hoy, la persona que antes se desempeñaba en un comercio que vendía artesanías, o era personal de casa de familia (de una familia de la oligarquía boliviana), tiene libertad para acceder a un cargo de gobierno, o para tener una responsabilidad en la administración de lo público, en la administración de lo colectivo.
Eso es lo que el sistema de dominación no tolera. Porque ese tipo de políticas emancipatorias, de políticas de empoderamiento público, de reconocimiento de derechos, de empoderamiento social, toca intereses y toca negocios, mirado obviamente en perspectiva.
Por eso no es un hecho menor –porque si el emergente fuera solo un presidente ese hecho no rozaría la historia. El emergente es un presidente, que impulsa un proceso de reforma constitucional a través del cual se le cambia el nombre al país poniéndole Estado Pluricultural- que, al igual que la de Ecuador, o la que intentó ser aprobada en Venezuela, reconoce cinco grados distintos de propiedad, entre las que están: la propiedad cooperativa, la propiedad colectiva, la propiedad indígena, la propiedad social, la propiedad productiva y no solo la propiedad privada, que es el eje conceptual en el cual se fundamenta el otro sistema. Y reconoce más de un sistema de justicia: la justicia ordinaria, y el sistema de justicia de los pueblos originarios.
Si a mí me preguntan: ¿está todo hecho en relación a los pueblos originarios? Mi respuesta es, claramente, no. Pero si me preguntan si están más visibilizados que hace una década: no tengo ninguna duda. ¿Qué significa que estén más visibilizados? Significan que ponen en tensión conceptos tradicionales del sistema de dominación, como la propiedad, el papel de la naturaleza, el papel de la tierra y el papel del ambiente. Y cuando una sociedad empieza a discutir esas cosas, genera una masa crítica que permite la otra gran política revolucionaria, que es haber invertido la ecuación de la renta de los recursos naturales.
Si en un país, hasta hace no muchos años, el 80% de la renta petrolera se lo llevaban empresas y ahora lo toma el Estado para políticas redistributivas, aun con todo lo que falta y con todos los errores que se cometen, indudablemente hay un planteo distinto, no solo en términos de políticas públicas, concretas, sino también de debate cultural de nuestras sociedades, y es a ese debate profundo al que me refiero.
Respecto de las políticas de integración, el hecho de que no haya un gobierno que vaya para un lado y otro gobierno que vaya para el otro, sino que haya algunos comunes denominadores, es lo que le permite, por ejemplo, al presidente Correa, haber dicho hace 15 días, si además del Banco del Sur y de la UNASUR, de las leyes de medios, de defender a los presidentes contra los golpes de estado y contra los abusos, ¿no debería ser uno de los ejes de integración la coordinación de políticas públicas de producción de medicamentos? Y eso, ¿no atentaría – en el mejor sentido de la palabra– contra los intereses monopólicos de los laboratorios que, históricamente, no solamente nos han dominado, sino que nos han fijado las políticas y han financiado golpes de estado en la región?
¿Tiene que ver o no una determinada mirada política? En definitiva, la manicomianizacion, ¿no es un signo de dominación? Si uno intenta contrarrestar las políticas históricas de dominación por políticas de emancipación, eso, hay que enfocarlo desde una mirada sistémica, porque no se puede concebir un objetivo puntual si eso no está en medio de un contexto que luche contra las raíces de la colonización cultural que hemos sufrido en nuestros pueblos, y que son las bases para que todas esas otras cosas se hayan podido producir.
Yo no sé cuáles son los pasos que van a seguir a este proceso latinoamericano, que es muy complejo, que no está pasando por su mejor momento, pero que creo que para poder seguir adelante, tiene que profundizarse. Es decir, cuando hay contraofensiva fuerte a esta política latinoamericana, cuando hay una amenaza fuerte, lejos de moderarla, hay que multiplicarla, por lo menos a mi juicio.
Las políticas de salud son uno de los pasos que faltan, y con los que soñamos. Y cuando hablo de políticas de salud, lo repito por última vez, y para esto no tengo que ser un especialista en salud mental, tengo que ver el presupuesto, y si yo veo la masa de recursos que están destinados -en general públicos y privados- a las políticas de salud, y veo que los principales volúmenes de recursos están alimentados por los medicamentos y por la alta complejidad, digo, aquí hay una política de salud que no busca la salud, sino que busca hacer negocios con la enfermedad.
Y la segunda cuestión, que es mi sueño, es ver alguna vez que toda la oferta de política de salud, en sus distintos planos, puedan ser usadas por todos por igual, es decir: que si hay una persona que no tiene plata, pueda usar las mismas cosas, en las mismas condiciones, con la misma celeridad y con las mismas posibilidades que la persona que no tiene plata. Y yo creo que esas cosas que forman parte de mis sueños, tienen que ver con la continuidad de estos procesos políticos generales.
No hay políticas puntuales que se puedan aislar en un proceso histórico, en un contexto de política general que intente contrarrestar a los sistemas de dominación con políticas generales de la emancipación en todos los planos y en todos los niveles. Muchas gracias.-