Señora presidenta: adelanto que vamos a votar afirmativamente en general el proyecto en consideración.
Al final de mi exposición voy a hacer una mención al artículo 5º, pero desde la perspectiva de que el cambio del huso horario forma parte de un aspecto del plan de uso racional de la energía, pero no es en sí mismo una política energética.
Este tema tiene una fortaleza: el gobierno dio cuenta de que debe tener una preocupación muy seria acerca de la situación energética para sacarla del eje de la campaña electoral. De un lado, el gobierno decía: “no pasa nada”. Del otro, la oposición sostenía: “habrá colapso energético”.
Ninguno de los dos argumentos son totalmente ciertos; lo que sí es cierto es que la energía debe causar una profunda preocupación en los sectores dirigentes de la Argentina. Desde ese punto de vista, esta iniciativa es positiva, porque implica que el gobierno tomó nota de que existen problemas con el abastecimiento de la energía.
La debilidad podría llegar a ser –esperemos que no suceda que esta decisión se agote en un golpe de efecto. Es decir, que en lugar de formar parte de un proyecto integral se agote en una medida puntual, coyuntural, que tiene mucha repercusión porque afecta la vida cotidiana pero tapona la posibilidad de concretar acciones profundas en materia energética.
Quisiera insistir en esta cuestión de la energía como política de Estado por varias razones.
En primer lugar, la incertidumbre y la inseguridad energética es una de las causas de crisis de la civilización industrial en el mundo. No se trata de un gobierno, de un país o de una región, sino del planeta. Ahora el mundo está acechado por amenazas como la crisis de la biodiversidad, el cambio climático, el estrés hídrico, el problema del agua potable, y los conflictos étnicos y religiosos estructurales.
La Argentina está en una región América Latina que no tiene ninguno de estos problemas estructurales. No carece de biodiversidad sino que, por el contrario, junto con Africa es una fuente de ella. Tampoco sufre de estrés hídrico, de falta de agua potable y de conflictos étnicos y religiosos estructurales. De modo que no habría motivo para tener inseguridad energética con países como Venezuela, Bolivia y Brasil, que son base de acumulación de capacidad energética en materia de petróleo, gas y biocombustible, respectivamente.
En segundo término, si uno trazara una elipse que abarcase desde el mar Caspio hasta Medio Oriente, donde residen entre el 70 y el 80 por ciento de las reservas de combustible fósil de toda la humanidad, y la comparara con los niveles de despliegue militar, vería que hay una coincidencia casi exacta entre reservas energéticas y bases militares. Esto hace que el nivel de presión sobre el problema energético en nuestra región sea inmenso y que no pueda ser abordado sólo por una presidenta, por buena que sea, y mucho menos por un ministro; debe ser afrontado por una sociedad en el marco de la integración de los países latinoamericanos.
En este sentido veo muy saludable, más allá de las disquisiciones sobre la forma de gobierno de un período, la integración con Venezuela y Bolivia. Estoy hablando en términos estratégicos; no de si me cae más o menos simpático un presidente, sino de la necesidad de este país de afrontar una cadena de integración con las naciones que podrían garantizarle mayores perspectivas históricas en materia de reservas energéticas.
Lo cierto es que Venezuela acumula el 86 por ciento de la renta petrolera para el Estado, que bien manejado debería ser para la sociedad; que Bolivia acumula el 82 por ciento de su renta energética y que la Argentina, por muchas de las cosas que se dijeron aquí, no llega siquiera a 30 por ciento del aprovechamiento social de su renta energética.
Brasil, que es un país no abastecedor de la energía sino que recién ahora está empezando a abastecerse de distintas fuentes de energía, tiene mayor acumulación de renta pública desde el punto de vista de la riqueza energética que nuestro país, con capacidades estructurales mucho más poderosas.
Otra razón es que el problema del abastecimiento energético es una de las amenazas al crecimiento sostenido de la Argentina, porque puede generar una crisis por el lado de la inversión, ya que cualquier inversor de largo plazo lo primero que mira es cuántos años tiene la matriz energética de nuestro país, y es muy difícil invertir a veinte años con una matriz energética de ocho.
La primera conclusión es una cuestión de sentido común, no de oficialismo-oposición. No es un reclamo electoral o parlamentario. Es una cuestión fundamental que la energía sea una política de Estado en la República Argentina.
Escuchaba a la señora diputada Bertone y coincido en que estamos sufriendo las consecuencias del modelo económico de los 90. Ese modelo económico pudo ser aplicado porque en la Argentina había triunfado un modelo cultural que permitió la aceptación social mayoritaria del citado modelo económico. De entre los retrocesos culturales de los 90, lo que hay que recuperar es que la energía es un bien estratégico y no un bien de mercado.
Se trata de una reforma estructural desde el punto de vista cultural que no está contemplada en este proyecto y tampoco lo está en el plan que vimos el otro día. Tampoco está contemplado en el grueso de la política estatal, salvo que a partir de este momento, en que es tomado como una preocupación, cambie de bien de mercado vinculado con las cotizaciones financieras a bien estratégico, para convertirlo en una política estratégica y en una política de Estado para la Argentina.
No sólo hay que recuperar una cultura del uso racional –desde luego hay que recuperarla sino que también hay que recuperar una cultura del control, con el fin de auditar, por ejemplo, las extracciones de petróleo, una cultura de la recuperación de la renta nacional sobre la energía. Hay que recuperar una cultura del desarrollo de nuevas tecnologías, algo que también quedó al margen en los 90.
Por lo tanto, para no utilizar más el tiempo del señor diputado Macaluse, quiero señalar que vamos a apoyar este proyecto siempre y cuando forme parte de una política y una estrategia mucho más integral, que lo saque de bandera electoral para convertirlo en política de Estado, que establezca las bases de una cultura de recuperación de la renta energética, que reconquiste el rol preponderante del Estado por encima del mercado como bien estratégico, que reestablezca el ritmo de la inversión pública y privada que tuvimos en un determinado momento, que recupere la ecuación exploración-exportación previa a los 90.
No olvidemos que antes de la privatización la YPF obsoleta, con corrupción, etcétera –dicho entre comillas, porque eran los argumentos que se utilizaban en ese momento y no lo digo porque yo los comparta- tenía registrados más de cien pozos explorados, con un precio del petróleo muy inferior al actual. Hoy hay menos de veinte pozos registrados en exploración, cuando ha aumentado el ritmo de exportación, cambiando la ecuación de tal manera que nos estamos quedando sin reservas.
Hay que incorporar al sistema educativo formal este programa estratégico de uso racional de la energía. Hay que ponerlo en la escuela, porque las reformas culturales profundas se producen cuando los chicos educan a los padres en los nuevos paradigmas, y este es un nuevo paradigma.
Hay que incluirlo en los medios de comunicación, no solamente en la publicidad institucional, porque hasta en las telenovelas hay que volver a decir, como nos decían nuestros viejos, “si no usás la luz, apagála”, para que la idea vaya entrando en la vida cotidiana de manera mucho menos intelectual pero más epidérmica, que es como el grueso de nuestra población capta los mensajes de la comunicación social.
No vamos a apoyar el artículo 5°, pero no por un parlamentarismo naïf sino porque la Argentina dejó de usar hace muchísimos años el horario estival y el invernal, y es algo que está a prueba, porque como ustedes vieron hay críticas respecto de la utilidad que va a tener o debido a que a algunas provincias les va a servir más que a otras.
Por lo tanto, sería bueno que después de la evaluación que prevé el mismo proyecto, el ajuste sea tratado como tema de debate en el Parlamento; cuando la Argentina se vuelva a acostumbrar a los distintos husos horarios ésta podrá ser una facultad administrativa del presidente, pero mientras tanto debería formar parte de una discusión que –repito como eje fundamental de nuestro planteo tiene que involucrar a toda la sociedad y no a un presidente y, mucho menos, a un determinado ministro que nos genera muchas dudas.