Hemos escuchado decir a quienes cuestionan, que esto puede interferir en la competencia, o que es inconveniente para la libertad de expresión. Esto es sostenido diciendo que habría que desgravar a los medios de mayor circulación porque son los que teóricamente han tenido el mérito de lograr la mayor calidad y ser los más comprados, cuando en verdad su crecimiento surgió del subsidio estatal al papel, lo cual incrementó su tasa de ganancia y les permitió la concentración.
Este proyecto intenta diferenciar claramente el impuesto a la tienda El Amanecer, de un distrito del interior de mi provincia, la provincia de Buenos Aires, con respecto a los anuncios de esos mismos matutinos que se intenta proteger.
Acá tengo un matutino del día 6 de junio de este año, cuyo tema del día es “El costo de llenar el changuito”. Pero después, en las 40 páginas que siguen, hay 21 páginas enteras de propaganda de consumo de las grandes cadenas de comercialización.
Ese es justamente el proyecto monopólico que hay que desmontar. Porque quien dice que tiene que haber una tarifa plana para el medio chiquito y para este monopolio, lo hace desde una fuerza política. Y luego, es ese mismo monopolio el que protege al jefe de esa fuerza política cuando es procesado.
Y dígame usted, señora presidenta, si este medio, que está sostenido por semejante soporte financiero de los anunciantes, va a alertar a la población cuando incumple un acuerdo de precios, o cuando tienen tasas desmesuradas de ganancias, siendo los verdaderos causantes de la inflación y de los problemas en los bolsillos de los trabajadores.
Hay que desmontar un discurso que dice, entre otras cosas, que el problema es la publicidad oficial.
La publicidad oficial abarca únicamente el 5 por ciento de la masa total de la publicidad en los medios de tirada nacional. La excusa es que proviene del bolsillo de todos, y es cierto que vía impuestos ese dinero procede del bolsillo de todos. Pero el dinero de estas grandes cadenas -que pueden publicitar 21 de 40 páginas todos los días con sentido monopólico, que además obligan a los anunciantes a no anunciar en los pequeños medios y, por lo tanto, hacen crecer la diferencia entre los grandes y los chicos- viene de la tasa de ganancias que obtienen por las políticas públicas que beneficiaron al consumo popular. E hicieron que estas empresas crezcan y puedan anunciar con esta magnitud.
Por lo tanto, la publicidad oficial viene de los impuestos, del dinero del bolsillo de todos, pero la pauta privada también viene del bolsillo de todos vía consumo, gracias a las políticas públicas que posibilitaron ese consumo.
Por eso no es solamente que no debemos aceptar que los grandes monopolios privados nos presionen para discutir qué tiene que hacer el Estado legítimo con la pauta oficial, sino que tienen que ser las instituciones que representan a esos ciudadanos, es decir, el Estado, el que tiene que dictar una norma regulatoria del conjunto de la pauta, la oficial y la privada, en nombre de la democracia y no de la opresión de los grandes monopolios.