Sr. Raimundi.- No haré una cruzada en contra del proyecto de ley en consideración. Trataré de no hacer ningún planteo en términos de eslogan político superficial para conseguir un titular o entrecomillar una frase, porque tampoco soy un militante de la causa “anti-interna abierta”. Creo que eso depende mucho más del contexto que de una cuestión dogmática.
En segundo lugar, hablaré desde una posición profundamente autocrítica, porque si estamos ante un período o una etapa de posible relegitimación del bipartidismo tradicional, en buena medida ello tiene que ver con que quienes desde hace muchos años intentamos construir alternativas superadoras a ese bipartidismo tradicional lo hicimos mal. Y lo hago también desde esas enseñanzas. Si tuviera que señalar una de las autocríticas más profundas, es haber construido estructuras políticas a partir de liderazgos estrictamente carismáticos y mediáticos, de manera tal que una vez que claudican, defeccionan o se debilitan, se desploma la estructura por falta de institucionalidad.
Eso nos dio la enseñanza de ir hacia un sistema de partidos cada vez más vinculado con el sistema de ideas, cada vez más previsibles. Me parece que es eso lo que ordenaría y lo que permitiría recuperar legitimidad al sistema político argentino.
En este sentido, no quiero hacer reiteraciones, pero sí sólo enumerar algo que dije en la comisión en la primera reunión: cuando tuvimos el primer encuentro de diálogo político en la Casa de Gobierno, planteamos que la primera reforma política hace a lo social, porque en la medida en que se vayan resolviendo los problemas sociales se irá allanando el camino entre el ciudadano y su pertenencia política, permitiendo que se relacione con el partido político cada vez más a partir de lo que piensa y no a partir de lo que necesita.
No me voy a extender, pero quiero recordar que también dije que hay clientelismo calificado, es decir, que el clientelismo no se circunscribe sólo a la pobreza, porque hay favores especiales, favores irregulares, información privilegiada que muchas veces se recibe del Estado, y eso no tiene que ver con la pobreza.
Entonces, cuando se habla de financiamiento, no hay que hablar sólo del financiamiento de las campañas y ponerle límite desde los partidos políticos, sino que también hay financiamiento espurio de las campañas desde el ejercicio de la función del Estado, y esa es también una materia pendiente.
Otro punto importante es rescatar y reconocer el espíritu amplio que tuvo el señor diputado Landau al receptar una cantidad de iniciativas y propuestas, más allá de que no llegáramos a un acuerdo.
Aclaro que no llegamos a un acuerdo porque, a diferencia de otras oportunidades en que acompañamos proyectos del Poder Ejecutivo o del oficialismo porque estábamos de acuerdo con su sustancia, proponíamos mejoras y entonces los apoyamos, en este caso no estamos de acuerdo con el corazón del proyecto. En ese sentido, no podemos acompañarlo más allá de las reformas que se le hicieron. El corazón que se mantiene es el de las internas abiertas, es decir, creer que se reordena, que se hace coherente el sistema político de la Argentina a partir de las internas abiertas.
Reitero que mi posición no es contraria por dogma, porque en el Uruguay, por ejemplo, hubo internas abiertas en el Frente Amplio entre dos candidatos con estilos, historias e incluso algunos matices claramente distintos. Pero se hizo en otro contexto, que es el de una cultura donde el programa y los rasgos de identidad de la fuerza política se ponen por encima de las figuras. Por eso se pudo ordenar, porque el ciudadano sabía que si ganaba uno u otro, la banda de oscilación entre las diferencias iba a ser muy estrecha. Eso es absolutamente diferente del contexto político de la Argentina. En este contexto político se propone un sistema de internas abiertas, no como en Estados Unidos, donde los dos candidatos tenían posiciones claramente distintas sobre Afganistán o sobre la reforma del sistema de salud. No como en otros lugares del mundo, donde hay partidos social demócratas, partidos liberales, partidos conservadores.
No es el contexto de la Argentina. En dicho contexto, nos guste o no, esté hecha esta morma para eso o no, va a haber dos internas abiertas que van a ser centrales: una, la del Partido Justicialista y la otra la del Acuerdo Cívico. Ahora, ¿entre quienes van a competir? ¿Dónde están los rasgos de identidad? ¿Los da el programa o los da la figura que gane la interna? Porque si compitieran Kirchner y Duhalde serían proyectos antagónicos. ¿Pero por qué? Porque una fuerza siempre votó más cerca de la oposición y del Acuerdo Cívico que del partido de gobierno.
En línea con esto, si en el Acuerdo Cívico y Social tuvieran que competir en una interna el vicepresidente Cobos, que por alguna identificación con el proyecto oficial llegó a ser vicepresidente, porque si no tuviera ninguna identificación no habría llegado a semejante acuerdo con el oficialismo, y la doctora Carrió, que le envía cartas a las embajadas para decir que la Argentina está en una situación calamitosa, ¿cuál sería el rasgo de identidad del partido político? En lugar de ordenarse, el partido político se posiciona en función de las figuras mediáticas o de los liderazgos carismáticos repitiendo el error del pasado, que es hacer depender el futuro del sistema político de la figura que gane y no de un programa, de una doctrina o una filosofía.
Por eso me parece que empezaron a construir por el techo, porque faltan las otras condiciones de contexto.
Voy a ir pasando a la parte final haciendo un planteo político y de modo estrictamente personal, pero que tiene que ver con este proyecto de ley.
Para mí este gobierno tiene algunas improntas muy fuertes que yo comparto, en un contexto en el que en la Argentina han ido gobernando mucho más en las últimas décadas los factores de poder permanentes, que los partidos políticos. Y cuando hubo violación de la Constitución, al cerrarse el Parlamento, al intervenirse la política, los sindicatos y las universidades, con represión y desapariciones, los poderes permanentes debilitaron la capacidad de formar cuadros para la política.
Por lo tanto, cuando se recuperó la vida política los partidos estaban muy debilitados. Este gobierno, por ejemplo, al haber abierto la compuerta de los derechos humanos, al decir que la Argentina y el continente no están en el ALCA, al decir a determinados grupos mediáticos que tienen que desprenderse de algunas licencias de comunicación, al recuperar para el Estado una herramienta de financiamiento fundamental, como son los aportes jubilatorios, más allá de que discrepemos en su uso, al poner un piso de ingreso a las familias pobres, indudablemente está cambiando las reglas de juego a determinados factores de poder que históricamente se sintieron cómodos en la República Argentina. Y el poder reacciona y desestabiliza cuando le cambian las reglas de juego. Yo comparto esa impronta del gobierno.
Pero cuidado, esa misma impronta tropieza con algunas contradicciones. Cuando he estado en Bolivia —voy terminando, señora presidenta, y le agradezco los minutos— he visto que la distribución del ingreso es tan palpable, que es tan claro que se sacó una gran parte de la renta al petróleo y a la soja y se la entregó a los consultorios médicos de los indígenas y al salario de los que no tenían, que eso hace que las mayorías sientan que lo que dicen los medios es mentira. Me decían “me están mintiendo, son palabras, porque yo lo que tengo lo tengo acá, conmigo, palpablemente”. Distinto es un proceso como el nuestro, donde hay algunas improntas positivas pero existe un planteo como que los inquilinos van a comprar casas cuando después no hay ningún inquilino que lo haya podido hacer.
¿Dónde quiero llegar con esto para vincularlo con este proyecto de reforma? Es muy negativo, y es parte de mi oposición a esto, que un proyecto político que responde a un universo de ideas progresistas se apoye en un sujeto político cada vez más vinculado con la ortodoxia tanto sindical como territorial y política.
Yo sé que quien inspiró este proyecto debe haber pensado “no tengo otra alternativa que apoyarme en la estructura del Partido Justicialista”. ¿Sabe qué ocurre, señora presidenta? Ya se apoyó en la estructura del Partido Justicialista en la última elección. Hubo quienes repartieron la mitad de la boleta para un justicialismo y la otra mitad para el otro, porque hay gente que está en las filas políticas del partido oficial porque cree en sus valores y otra que está –y también estará mañana si existiera un proyecto en sentido contrario- porque la cohesiona el poder y no la creencia.
Entonces, un proyecto que trata de volver a la estructura tradicional está renunciando a ir cambiando y adaptando el sujeto político a las ideas progresistas. Es imposible sostener en el tiempo un proyecto progresista sobre una estructura o sujeto político que se contradice con eso.
Por estas razones, considero que este proyecto de ley no es el camino para que los partidos políticos recuperen su identidad, sean definidos por un programa, por el compromiso y por los afiliados. Por el contario, va a prestarse a que simpatizantes de un partido voten en las internas de otro para tratar de perjudicarlo, y todas esas cosas que ya se han comentado.
Quiero hacer una última aclaración: al votarse conjuntamente el proyecto en general y en particular, se nos impide votar favorablemente algunos capítulos como el de financiamiento, de control de la publicidad y de inhabilitación electoral a los genocidas, que nosotros hubiéramos acompañado, de haberse seguido el procedimiento habitual de votar en general y en particular en forma separada. Muchas gracias.